Las guerras: unas reflexiones adicionales sobre las causas y las consecuencias II

 


La mayoría de las consecuencias de las guerras son fácilmente visibles. Si conocemos un sitio o un país antes del conflicto y después, es obvio que parecen ciudades fantasmas, sitios llenos de ruinas, destrucción, tristeza, pobreza y muerte. Una guerra puede causar cualquier cosa negativa. Puede crear hambre y enfermedades, violencia y crueldad. El ser humano acumula y expresa todos los aspectos negativos de su naturaleza.

Durante las guerras los ejércitos, que consisten de soldados hombres, están obligados de luchar, matar a sus enemigos o incluso morir. La “ética” de las guerras dicta que las mujeres y los niños, junto con los ancianos, es decir los civiles, no pueden ser víctimas de atrocidades. Desafortunadamente, la historia hasta hoy está llena de actos brutales contra los civiles. Enfrente de la violencia de los ejércitos no escapan ni los bebes. Además, hay ocasiones que mujeres y niños se convierten a soldados por su voluntad o por fuerza. El efecto, tanto al cuerpo como a su alma y su mente, es irreversible. Las guerras han marcado varias generaciones de civiles y la memoria colectiva del ser humano. 

Cuando un país está en situación de guerra, está prohibido salir de él, especialmente los soldados y los que pueden incorporarse en el ejército. Los civiles tampoco pueden salir o porque las fronteras cierran o porque hay restricciones de movilidad o de dinero. Al final la gente que no toma decisiones se obliga afrontarse con las consecuencias de los conflictos. Las Naciones Unidas estiman que en Ucrania han perdido la vida 7.000 civiles, es decir gente inocente que no podía protegerse y evitar las consecuencias de la guerra.

Gran parte de los civiles, que sufren por las guerras, intenta escaparse de sus países hacia otros países, donde no corren peligro, con el sueño de un futuro mejor. Los últimos años Europa ha sido el destino más popular entre los refugiados. Millones de personas que huyen de las guerras o los conflictos buscan maneras para entrar y tener una vida nueva en los países europeos. Muchos de ellos pierden su vida durante el viaje y se convierten en víctimas de los traficantes que impiden muchísimo dinero con el acuerdo de trasladarlos a un país fuera de conflicto. La mayoría de las veces estos refugiados se abandonan en barcos antiguos en el mar Mediterráneo. Esa es una de las consecuencias más tristes de la guerra. Seres humanos se obligan a abandonar sus hogares, realizar viajes peligrosos y afrontarse con las dificultades de entrar a países que no están en guerra.

La verdad es que las consecuencias de las guerras nos afectan a todos, aunque seamos víctimas directas o indirectas. Un gran problema es que todos nosotros que vivimos en los países desarrollados no queremos ver ni entender que tenemos también una gran responsabilidad de lo que está pasando en el mundo. La historia está llena de ejemplos de explotación de países, continentes y poblaciones. Esa explotación se ha nombrado por varios nombres pero al final ha sido guerras con el objetivo de mejorar nuestra vida por “robar” la riqueza y los recursos de otros países mediante negocios e industrias. Por eso hay que pensar si nuestro modo de vivir y de consumir puede ser destructivo para la gente que vive en otras partes del mundo. Básicamente, no hay justicia en el mundo y la injusticia produce guerras donde al final todos nos convertimos a victimas por nuestra codicia.

Por ese punto de vista resulta más fácil ver que tanto las causas como las consecuencias de las guerras tienen su raíz en nuestro querer a ganar más aunque hacemos daño a los demás. El duelo que creamos a las víctimas de las guerras y las pérdidas de las poblaciones que sufren por conflictos resultan en nuevos ciclos de odio y venganza. Hasta que el ser humano acepte el hecho de esforzarse para mejorar su vida en lugar de aprovechar a los demás para que disfrute de bienes y productos materiales que no ha producido, las guerras seguirán.  

Parece que otra consecuencia de las guerras es que nos acostumbramos a todo lo negativo que llevan los conflictos. No nos extraña la crueldad, la violencia y la muerte. Nos parece normal que en nuestro siglo haya todavía guerras, después de aprender de la historia (por ejemplo la Segunda Guerra Mundial, 1940 - 1945) y de la experiencia de tanta destrucción.  

Por otro lado, el miedo, la muerte y todos los sentimientos negativos vienen también como consecuencia de las guerras. La gente que sufre por los conflictos tiene experiencias negativas que les marcan por toda la vida. A los que no estamos en guerra, las guerras nos afectan también. Nos sentimos miedo, rabia y asco por lo que está pasando en el mundo. El ser humano parece no haber evolucionado y desarrollado. La guerra es comportamiento primitivo donde el pensamiento lógico y todo lo bueno de la naturaleza humana se pierden. 


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